ÉRASE SIEMPRE UN
SANTO...
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“El caso de Hernández Cisneros no es solo una historia de santidad; es un fenómeno cultural iberoamericano que cuestiona los mecanismos de la hagiografía tradicional”, argumenta el Dr. Luis Javier Hernández Carmona (Imagen: Referencial / Campaña Santos para Todos)
Opinión por:
Dr. Luis Javier Hernández Carmona.
Coordinador General LISYL ULA NURR.
Coordinador General de la Cátedra Abierta e Itinerante
José Gregorio Hernández: Caballero de la Fe,
impartida en la ULA NURR.
El Paraíso, Trujillo, Venezuela, octubre, 2025.
A escasas horas de la ceremonia de
canonización del Dr. José Gregorio Hernández
INTRODUCCIÓN
El presente texto parte de la
afirmación "Érase siempre un santo" desde una perspectiva interdisciplinaria,
examinando cómo ciertas figuras históricas trascienden la evaluación eclesiástica
para establecerse a manera de arquetipos permanentes de santidad en el imaginario
colectivo. Utilizando el caso del beato José Gregorio Hernández Cisneros (1864-1919)
a modo de referente central, esta investigación se enfoca en la construcción
psicosocial del héroe devocional. Se analiza la simbología del umbral (la
frontera entre la vida pública y la santidad póstuma) y cómo el pueblo, a
través de la narrativa oral y la iconografía sincrética (el sombrero, el
maletín), canoniza a un individuo antes de que lo haga la institución. La intención
argumental propone que la permanencia de estos "santos" en la memoria
colectiva radica en su capacidad para resolver dilemas culturales (Fe vs.
Ciencia; Riqueza vs. Caridad) y proveer una estructura de esperanza ante la
adversidad. La universalidad del arquetipo reside en que no requiere la pureza
canónica, sino la integridad ejemplar en el ejercicio de una vocación laica.
Con esta afirmación, Érase siempre un
santo, intento condensar la compleja dinámica entre la fe institucional y la
devoción espontánea. Por lo que este texto propone desentrañar esta aserción mediante
un análisis psicosocial y semiótico de la figura de José Gregorio Hernández, el
médico venezolano cuya canonización valida un culto popular gestado un siglo
antes. El caso de Hernández Cisneros no es solo una historia de santidad; es un
fenómeno cultural iberoamericano que cuestiona los mecanismos de la hagiografía
tradicional.
El nudo argumental radica en
comprender cómo y por qué el imaginario colectivo "canoniza" de forma
inmediata a ciertas figuras laicas, atribuyéndoles una virtud inmaculada que
resiste el escrutinio del tiempo. Postulo que esta permanencia se debe al éxito
de un arquetipo de virtud heroica laica que valida la posibilidad de la
santidad en lo cotidiano y profesional.
HAGIOGRAFÍA POPULAR Y CANONIZACIÓN SOCIAL
La Iglesia Católica basa sus procesos
en la comprobación de virtudes heroicas y la intercesión milagrosa. Sin
embargo, la hagiografía popular se cimenta en la "fama de santidad"
(fama sanctitatis). En el caso de Hernández Cisneros, esta fama fue tan
abrumadora tras su muerte en 1919 que la causa formal se inició a solicitud de
familiares y por presión del pueblo. Esta "canonización social" actúa
como un mecanismo primario que garantiza la pervivencia del culto a irse
acrecentando con el paso del tiempo.
EL ARQUETIPO DE SANTIDAD LAICA
El arquetipo del Héroe Devocional en
Hernández Cisneros no es el mártir medieval, sino el intelectual y científico
que utiliza la razón y la tecnología al servicio del conocimiento y formación
profesión, junto al ejercicio de la caridad. Esto crea un arquetipo de Santidad
Laica que resuelve una profunda tensión cultural iberoamericana: la supuesta
dicotomía entre la ciencia positivista y la fe católica. Hernández Cisneros,
como médico y profesor (fue pionero de la cátedra de Bacteriología), demuestra
que la integridad profesional es, en sí misma, una vía a lo sagrado.
El Concepto de Umbral y la Tragedia Catártica
El proceso de conversión de la
persona al arquetipo se da en el Umbral, marcado por su muerte accidental en
Caracas. Morir en acto de servicio funcionó como una tragedia catártica y un
rito de paso público que selló la máxima: la vida fue tan ejemplar que la
santidad "siempre estuvo ahí".
SEMIÓTICA ICÓNICA Y FUNDAMENTO SIMBÓLICO
EL SIGNO POLISÉMICO DEL SOMBRERO
El enfoque semiótico se centra en la
iconografía no litúrgica del santo. El sombrero (hongo o bombín), una prenda de
la burguesía intelectual de finales del siglo XIX, es analizado modo de signo
fundamental que condensa su identidad y su transición de hombre a arquetipo:
• Símbolo del Límite (Frontera): El sombrero funciona como un límite
horizontal que resguarda el intelecto y la espiritualidad (lo íntimo) del caos
exterior. Al cubrir la cabeza, es la protección de la razón científica y de la
fe profunda. Simboliza la integridad interior.
• Símbolo del Tránsito y la Misión: El sombrero es un símbolo
deíctico que señala la acción incesante y el servicio. Indica la disponibilidad
total para el prójimo. Es el signo de la diligencia profesional elevada a
virtud heroica.
• Aura Laica: El sombrero negro, sobrio, es el antónimo visual de la
aureola de oro. Al ser un objeto común de la época, garantiza la neutralidad
simbólica, permitiendo que su figura sea fácilmente integrada por diversos
grupos sociales y sistemas devocionales. Reemplaza la luz divina por la
dignidad civil y la humildad intelectual.
EL UMBRAL: DE LA NOTICIA A LA LEYENDA
La muerte de Hernández Cisneros en
junio de 1919 fue el detonante de la leyenda. La narrativa popular se centró en
la ironía trágica: el pionero de la ciencia, que curó con la modernidad, muere
atropellado por un símbolo de esa misma modernidad (el automóvil).
Este evento se codifica como un
sacrificio final, un holocausto civil, en lugar de un simple accidente.
La masa popular se apropió del cuerpo
y la narrativa. La procesión fúnebre fue un acto de contrahegemonía simbólica,
donde la gente humilde declaró su santidad sin esperar el permiso
institucional. El Umbral se cruzó con este acto masivo de afecto y
reconocimiento espontáneo, confirmando retrospectivamente que él era santo
incluso antes de su fallecimiento.
LA SOLUCIÓN DEL DILEMA CULTURAL: FE VS. CIENCIA
La persistencia del arquetipo de
Hernández Cisneros en la psique iberoamericana se debe a que su vida ofrece una
solución funcional a la tensión histórica entre la Ilustración/Positivismo y el
Dogma Católico.
• Científico Devoto: Hernández Cisneros fue el "último
tomista" (filósofo) y el "primer bacteriólogo" (científico) de
Venezuela. Su figura garantiza que la búsqueda de la verdad a través del
microscopio no es incompatible con la fe. Esto ofrece consuelo a una sociedad
que valora la modernización, pero se aferra a la tradición religiosa.
• Bioética del Servicio: Su ética médica, marcada por la caridad, es
interpretada como la aplicación práctica y heroica del Evangelio en el campo
laico.
LA PROYECCIÓN DE LA ESPERANZA EN LA ICONOGRAFÍA
El análisis semiótico de su atuendo
demuestra que la fe se proyecta en signos de la modernidad y el decoro. La
gente reza al hombre de ciencia y orden.
• La vestimenta de la virtud: El traje y el sombrero no son los
símbolos de un santo que renunció al mundo, sino de quien lo conquistó mediante
el orden, el estudio y la virtud.
Esto permite al devoto proyectar la
esperanza de que la superación personal y el éxito profesional son compatibles
con la vida santa.
• Universalidad del auxilio y permeabilidad laica: El sombrero no
confesional, junto a la figura de probidad y decoro profesional del hombre de
ciencia, permite que la figura de Hernández Cisneros sea adoptada por diversos
individuos y sistemas espirituales que existen al margen o fuera de la doctrina
católica romana. Esta apropiación ocurre no por un sincretismo doctrinal, sino
por la eficacia percibida de su intercesión sanadora. Dicha permeabilidad se
sustenta en que su aura laica (el profesionalismo, la seriedad en el servicio)
es más amplia y accesible que la de un santo exclusivamente eclesiástico,
facilitando su veneración como protector universal de la salud en el amplio
espectro de la espiritualidad popular.
CONCLUSIÓN
La frase "Érase siempre un
santo" es la validación retórica de un proceso de canonización social que
precede y, en última instancia, presiona a la institución eclesiástica. La
santidad de José Gregorio Hernández Cisneros es la prueba del éxito de un
arquetipo laico que satisface la necesidad psicológica y cultural de
Iberoamérica de encontrar héroes que sinteticen fe y razón en el ejercicio de
una vocación.
Su iconografía, dominada por el traje
y el sombrero —el signo del intelecto resguardado y la misión en tránsito—, facilita
la universalidad de su culto, permite que el pueblo proyecte en él la esperanza
de que la virtud heroica se encuentra en la integridad profesional y la caridad
incondicional. La permanencia del santo, más allá de la beatificación y la
canonización, reside en su capacidad de ser un Caballero de la Fe, un modelo
ético que sigue vigente en el contexto de las crisis sanitarias y sociales
contemporáneas.
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